El periodismo como contrapoder
- al362764
- 27 sept 2020
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 15 ene 2021
Jon Veen. Valencia
La función del verdadero periodista no se limita a reproducir las declaraciones de un individuo para transformarlas en un artículo. El verdadero periodista se cuestiona si esas declaraciones son éticamente correctas, toma partido y desafía al poder. Aunque, siempre deberá mostrar la realidad de las cosas y cumplir con el principio de objetividad, el periodista debe construir sus propios juicios personales y subjetivos porque informando desde un punto de vista neutral se puede estar tergiversando la verdad. “No me hice periodista para ser una grabadora”, decía Ramos en la conferencia. Y razón no le falta, porque el periodismo más necesario es el que se fabrica desde las trincheras, el que ataca desde sus propias convicciones, el que no busca la simpatía del poderoso, sino cuestionarlo y desafiarlo.
El escritor y Nobel de la Paz, Elie Wiesel, que dedicó su vida a escribir y hablar sobre los horrores del holocausto que él mismo sufrió, dijo que debemos tomar partido siempre porque la neutralidad solo ayuda al opresor y nuca a la víctima (Ramos, 2017). Lo cierto es que, ante diferentes circunstancias de la vida, el periodismo debe ser el altavoz contra el silencio y la opresión; y en una época como la que vivió Wiesel o la misma experiencia que tuvo el periodista Jorge Ramos con Donald Trump, en la que se violaron derechos humanos, se les discriminó, y hubo racismo y mentiras públicas, actuaron correctamente porque se defendieron y se situaron al otro lado del opresor para actuar como contrapoder. Porque si ninguno de los dos hubiera denunciado las atrocidades que padecieron y hubieran sucumbido ante el miedo y el silencio, estarían siendo cómplices de los crímenes, de los abusos y de las injusticias que se cometen en el mundo.
En los modelos de relación entre periodistas y poderosos que plantea el profesor Casero (2008), el estado al que se refiere Jorge Ramos en la conferencia es el del adversario. En este estado, que a juicio del periodista Ramos es como se debería ejercer el periodismo, este se concibe como un cuarto poder o un verdadero gobierno en la sombra, de forma que su función principal es la de supervisar sistemáticamente la actuación del poder e informar de la misma a los ciudadanos, para qué estos puedan obrar en consecuencia. Actúa así, como contrapeso, para evitar los abusos del poder y proteger tanto los intereses públicos como los valores democráticos (Casero, 2008). Sin embargo, esta idea que plantea Ramos genera una constante actitud de control y fiscalización de la actuación del poder que puede conducir, de forma involuntaria, a múltiples tensiones entre ambas partes. Aunque en determinadas situaciones, por ejemplo, una violación de derechos humanos, el periodismo debe alzar la voz para denunciar esas injusticias –lo que es totalmente comprensible-, a mí juicio, el periodista debería entender la relación con el poder como fruto de una interacción continua dotados de relativa autonomía. Se basan en relaciones de influencia en las que ambas partes ganan. El periodista recibe la materia prima que les proporcionan los políticos para elaborar sus noticias, y el periodista, a cambio, les concede el estatus de fuentes informativas privilegiadas. De esta forma, el periodismo no está subordinado al poder ni a la inversa, sino que se mantiene en una negociación constante de tal forma que ambos consiguen lo que quieren en función de sus intereses.
Desde mi punto de vista, y atendiendo al eje de relación entre el periodismo y el poder que plantea Casero, considero que el periodismo debe poner en cuestión toda información que procede del poder para no tergiversar la verdad, pero tampoco debe buscar el conflicto porque de ésta manera el periodista nunca podrá conseguir su materia más preciada: la información. Sin embargo, si mantiene una relación de distancia -para no convertirse en un agente subordinado del poder-, en igualdad de condiciones y manteniendo una relación de recíproca influencia, ambos pueden conseguir sus intereses, y no toma partido, sino que se mantiene en el centro del eje entre la dependencia y la independencia, y entre el conflicto y la cooperación.

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